La Casa del Cordón, situada en el corazón de Burgos, España, es un espléndido ejemplo de arquitectura civil gótica que susurra historias de una época pasada. Este majestuoso palacio, encargado por Pedro Fernández de Velasco y su esposa Mencía de Mendoza a finales del siglo XV, se erige como un testimonio de la rica historia y herencia cultural de la ciudad. El nombre del edificio, Casa del Cordón, proviene del cordón franciscano finamente tallado que adorna su entrada principal, simbolizando la profunda fe de sus primeros propietarios.
Construida entre 1476 y 1497, la Casa del Cordón fue diseñada por los renombrados arquitectos Juan de Colonia y su hijo Simón. Se edificó para ser la residencia del Condestable de Castilla, posición que ocupaba Pedro Fernández de Velasco. El palacio ocupa un sitio histórico en la antigua Plaza del Mercado Mayor, un bullicioso centro del Burgos medieval. A lo largo de su historia, la Casa del Cordón ha sido escenario de numerosos eventos significativos, incluyendo la recepción de Cristóbal Colón por los Reyes Católicos a su regreso del Nuevo Mundo en 1497.
El palacio también fue testigo del matrimonio del Príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos, con Margarita de Austria, marcando un periodo de alianzas políticas y reuniones reales. En 1506, el palacio fue el escenario de la trágica muerte de Felipe el Hermoso, esposo de la Reina Juana de Castilla, consolidando aún más su lugar en los anales de la historia española.
La Casa del Cordón es una obra maestra de la arquitectura gótica, caracterizada por sus proporciones armoniosas y detalles ornamentales. La fachada está adornada con escudos heráldicos de las familias Velasco y Mendoza, unidos por el icónico cordón franciscano. Este cordón, símbolo de humildad y devoción, refleja las inclinaciones espirituales de Mencía de Mendoza. Originalmente, el palacio contaba con dos torres y una majestuosa entrada, aunque gran parte de su estructura original ha sido modificada a lo largo de los siglos.
En su interior, el edificio fue diseñado alrededor de un patio central, recordando a los claustros monásticos, con dos pisos de arcadas. Este diseño no solo facilitaba el flujo de luz y aire, sino que también proporcionaba un espacio sereno para la contemplación y las reuniones. El uso de piedra caliza local de Hontoria añade al edificio una apariencia majestuosa, otorgándole una elegancia atemporal.
Durante su apogeo, la Casa del Cordón fue el centro de la vida política y social en Burgos. Sin embargo, a medida que la corte española se trasladó a otras ciudades, el palacio gradualmente cayó en desuso. Para el siglo XVII, había comenzado a deteriorarse, y las modificaciones posteriores en los siglos XIX y XX alteraron su diseño original. A pesar de estos cambios, el edificio conservó su encanto histórico, sirviendo para diversos propósitos, incluyendo albergar la Junta Técnica del Estado durante la Guerra Civil Española.
La Casa del Cordón experimentó una significativa restauración a finales del siglo XX, liderada por el arquitecto Florentino Garicano Azpiazu. Esta restauración tuvo como objetivo preservar su esencia histórica mientras se adaptaba para su uso moderno. Hoy en día, el palacio alberga un centro cultural y la sede de una institución bancaria, combinando su rico pasado con la funcionalidad contemporánea.
Los visitantes de la Casa del Cordón pueden explorar sus bellos espacios restaurados, incluyendo el patio central y el gran vestíbulo de entrada. El edificio sirve como un lugar para eventos culturales y exposiciones, ofreciendo un vistazo al legado artístico e histórico de Burgos.
Mientras se está en Burgos, la Casa del Cordón es una visita obligada para los entusiastas de la historia y los amantes de la arquitectura. Su ubicación central la convierte en un punto de partida ideal para explorar otras atracciones de la ciudad, incluyendo la impresionante Catedral de Burgos y el histórico Arco de Santa María. La ciudad en sí es un tesoro de arquitectura medieval, cultura vibrante y deliciosa cocina castellana.
En conclusión, la Casa del Cordón es más que un edificio histórico; es un símbolo del ilustre pasado y el espíritu perdurable de Burgos. Sus muros han sido testigos del flujo y reflujo de la historia, convirtiéndola en un destino ineludible para cualquiera que visite esta encantadora ciudad española.
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