Ubicada dramáticamente en la escarpada costa de Biarritz, la Villa Belza es un impresionante ejemplo del estilo arquitectónico neo-medieval que cautiva a los visitantes con su misterioso encanto y su rica historia. Construida entre 1880 y 1895, esta icónica villa se ha convertido en un símbolo de la región, capturando la imaginación de todos los que la contemplan.
Los orígenes de la Villa Belza se remontan a 1825, cuando Dominique Daguerre, un agricultor local, adquirió un terreno curiosamente situado entre las rocas. Esta tierra, conocida como Champ du Rossignol o Cassaou de Trespots, cambió de manos varias veces antes de ser comprada en 1882 por Ange Dufresnay, un destacado director de una compañía de seguros de París. Dufresnay encargó al arquitecto Alphonse Bertrand y al contratista A. Joly diseñar y construir una casa en este sitio único.
El diseño rectangular de la villa fue realzado por una torre neo-medieval y una torrecilla en forma de pimentero, elaboradas por Dominique Morin en 1889. Su inusual ubicación sobre las rocas, su proximidad al Trou du Diable (Agujero del Diablo) y el nombre Belza (que significa negro en vasco) han alimentado leyendas de brujería y apariciones fantasmales. Dufresnay nombró la villa en honor a su esposa, Marie Belza Dubreuil.
En 1908, el entorno dramático de la Villa Belza captó la atención de los cineastas, y fue utilizada como escenario para varias escenas de películas. Para 1923, la villa tenía un nuevo inquilino, Grégoire Beliankine, quien estaba relacionado con el famoso compositor Igor Stravinsky. Beliankine transformó la villa en un restaurante ruso llamado Le Château Basque debido a restricciones en el uso del nombre Belza.
Durante este período, la Villa Belza se hizo famosa por sus lujosas galas y fiestas temáticas. Los invitados disfrutaban de celebraciones opulentas como la Noche Rusa, la Noche Japonesa, el Banquete de Neptuno y el Banquete de Baco. Las Noches Africanas transformaban el jardín en una jungla, completa con lianas y animales exóticos, incluyendo gorilas y boas.
La reputación de la villa por su grandeza y celebraciones atrajo a invitados de alto perfil, incluyendo al Príncipe de Gales, el futuro Eduardo VIII, y grandes duques rusos que se sentían transportados de regreso a su tierra natal. En 1926, el Coro Cosaco actuaba todas las noches, seguido de exuberantes bailes de Charleston.
En 1927, la Villa Belza experimentó una renovación completa, transformando su interior en una posada rural del siglo XVII con muebles Luis XIII y tapices rojos. Sin embargo, la Gran Depresión de 1929 marcó el comienzo del declive de la villa.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la villa fue requisada por el ejército alemán, y se construyó un búnker para defender el puerto cercano. Después de la guerra, Madame Pouyet, nacida Lacrouts, regresó de América y compró la villa. La restauró y la dividió en siete apartamentos. Desafortunadamente, las disputas entre los ocupantes llevaron al primero de dos devastadores incendios.
En 1974, un segundo incendio arrasó la villa, destruyendo el segundo y tercer piso. Las batallas legales y los retrasos administrativos dejaron la villa en un estado de deterioro, convirtiéndola en un refugio para okupas.
En la década de 1990, Jean-Marc Galabert, un joven agente inmobiliario de París, logró adquirir todas las unidades y emprendió un proyecto de restauración integral. Se preservó el exterior de la villa y se crearon diez lujosos condominios, estableciendo un récord de precios de propiedad en 1993.
Reconociendo la importancia histórica y arquitectónica de la villa, el municipio incluyó a la Villa Belza en la lista protegida de 837 edificios bajo la Zona de Protección del Patrimonio Arquitectónico, Urbano y Paisajístico (ZPPAUP) en 1997. De 2015 a 2018, la villa experimentó extensas renovaciones exteriores para restaurar su antigua gloria.
En 2020, un apartamento en la Villa Belza se vendió por la asombrosa cifra de 40,000 euros por metro cuadrado, subrayando su estatus como una de las propiedades más prestigiosas de Biarritz.
Hoy en día, la Villa Belza se erige como una cautivadora mezcla de historia, arquitectura y leyenda. Al pasear por el pintoresco sendero costero que rodea la villa, puedes imaginar las glamorosas fiestas de los años 20 y los dramáticos eventos que han dado forma a su historia. El diseño neo-medieval de la villa, con su torrecilla y torre, sigue siendo un contraste sorprendente con la belleza natural del paisaje circundante.
Ya seas un entusiasta de la historia, un aficionado a la arquitectura o simplemente un viajero curioso, la Villa Belza ofrece una visión única del pasado y una oportunidad para experimentar el encanto del patrimonio costero de Biarritz. Sus muros resuenan con historias de opulencia, resiliencia y transformación, convirtiéndola en un destino imprescindible en tu recorrido por esta encantadora ciudad francesa.
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